Puede ser solo un paso entre las oficinas y el pañol, o el corto trayecto a las catacumbas.
¿Será el perfume del jazmín  que nos embriaga de una atmósfera distinta?. Distinta de la calle Laprida, a unos escasos metros, distinto de la sala y del escenario que también están cerca, distinto del arte sacro del museo subterráneo, distinto de esa sala más pequeña que lo retrata con su ventanal, distinto de las galerías por donde se apuran los pasos de los alumnos de ballet ruso y de los musicales. Similar en la energía que no se vé, que sí se siente y se palpita.

El ciprés, la enredadera que se propone llegar hasta lo más alto, la rosa china carmesí que atrae al colobrí, la acacia cuyo nombre se borró de la pared, un par de hortensias que se esfuerzan en capturar el sol, la paloma que tiene su lugar, otras trepadoras, helechos, lazos de amor, más trepadoras y el jazmín azórico que une los sentidos, la vista y el olfato.

Es un lugar verde, tan mágico como otros espacios del centenario edificio, tan mágico como cuando se apagan las luces y comienza la obertura.

Me pregunto: ¿cuántos otros teatros en el mundo tendrán un espacio verde como este? El Círculo de Rosario lo tiene.

María Josefina Bertossi
18 de abril de 2019
Rosario -Santa Fe – Argentina


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adela bujnovsky
adela bujnovsky
4 años hace poco

Muy buena nota Nos muestra un aspecto desconocido y muy grato de nuestro teatro Felicitaciones

Felicitas
Felicitas
4 años hace poco

Excelente relato, Gracias por hacernos apreciar y valorar ese pequeño pulmón de nuestro querido Teatro El Circulo.

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