amiro Albino, incansable investigador de la música antigua, especialmente de la música colonial americana,  ha creado un blog para volcar su recopilación de datos sobre los Maestros de Capilla en las principales iglesias hispanoamericanas, desde la época de la colonia.  Por esto, nos invita y nosotros también los invitamos, a visitar el blog, interesarse y además, a colaborar con este proyecto, aportando datos sobre aquellas «figuras que lideraban la actividad musical polifónica».  En este artículo les dejamos la dirección del blog, contactos con el Maestro Albino y los detalles de este tema que él mismo nos adelanta.

 

 

 

 

 

Ramiro Albino, instrumentista,  investigador, crítico y director,del conjunto Capilla del Sol nos cuenta:  «Me ocupo, desde hace años, de recopilar y ordenar cronológicamente todos los datos de maestros de capilla que encuentro (en artículos científicos, en comentarios de programas de concierto, leyendo las notas de un CD). El crecimiento de la lista fue lento y desordenado: tenemos muchísimos datos de ciertas épocas, ciudades o regiones del continente, mientras que algunos sectores geográficos o temporales siguen en la nebulosa».

«En el blog www.maestrosdecapilla.blogspot.com (creado como complemento digital de mi libro “Música Colonial Hispanoamericana”), intenta construir una lista exhaustiva de quienes fueron maestros de capilla en las principales iglesias hispanoamericanas, desde la época de la colonia, y hasta que existió ese cargo».

«Invito a todos a colaborar con este proyecto, aportando los datos que tengan. Pueden hacerlo escribiéndome a [email protected], vía whatsapp o teléfono al +5491157329575, o comentando las entradas al blog. Bienvenidos todos!».

 

El Surgimiento del Maestro de Capilla

Sobre esto Ramiro Albino nos amplía generosamente con un fragmento de su libro Música Colonial Hispanoamericana.

«Desde sus orígenes, el cristianismo hizo uso de la música, tanto para las celebraciones litúrgicas como para algunos momentos de rezo colectivo. En las iglesias más importantes había un cuerpo jerárquico, liderado por el obispo, e integrado por los canónigos, el conjunto de sacerdotes que gobernaba a los capellanes, que eran la clase baja del clero. Aquellos canónigos se reunían periódicamente para organizar la vida de sus congregaciones y para leer un capítulo de la regla a la que estaban adscriptos. Esa reunión se llamaba capitulum, y de esa palabra latina deriva el vocablo castellano cabildo, con la que se designó a la corporación de clérigos. Dentro de cada cabildo había una serie de dignidades: Deán, arcipreste, arcediano, tesorero, magister, lectoral, doctoral y el que más nos importa en este momento, el chantre, que se dedicaba a organizar el canto grupal. El obispo, los canónigos y los capellanes, aún cuando tenían diferente posición social y económica, vivían en comunidad y participaban todos juntos de los momentos de oración que se hacían en el coro, un sector privilegiado de los templos donde además se evidenciaban jerarquías y posiciones de acuerdo al lugar donde se ubicaba cada uno.

A finales de la Edad Media apareció la polifonía, que precisaba de un director, capaz de asegurar un tactus uniforme, garantizando así el éxito de la textura musical deseada. Lo primero que se pensó fue que esa tarea la harían los chantres, pero como ellos eran dignidades, consideraron que mover la mano y marcar el tiempo era algo demasiado vil, y para eso convocaron a un miembro de la clase inferior del clero al que dieron el puesto de sochantre (sub-chantre). Pero el Renacimiento trajo otra novedad fundamental en la vida de aquellos religiosos: la desaparición de las grandes comunidades, lo que resultó práctico para ciertas cuestiones domésticas, pero complicado para el rezo colectivo. Al dejar de vivir todos en el mismo sitio, orar en conjunto implicaba trasladarse hasta la iglesia, lo que resultaba difícil e incómodo cuando había que hacerlo de noche o madrugada, o en días de bajas temperaturas.

Entonces comenzó a hacer falta una nueva figura que liderara la actividad musical polifónica, y para eso crearon la figura del maestro de capilla, que en principio era un cantor, aunque más adelante también fue imprescindible que supiese componer. En la misma época, y por necesidades de la música, se creó el puesto de organista, y para que el maestro de capilla, el organista y el sochantre tuvieran un sueldo los hicieron nombrar canónigos (estos últimos siempre habían recibido un salario), pero canónigos de segunda clase, sin voz ni voto en el cabildo, ni lugar de preferencia en el coro o las procesiones.

Ya en el siglo XVI se estableció la planta musical básica de todas las catedrales e iglesias importantes, que quedaría instaurada por siglos, sufriendo sólo unas pocas modificaciones a lo largo del tiempo. Cada templo tendría dos formaciones diferentes para abordar sus actividades musicales: el coro y la capilla. Del coro participaban las dignidades de la Iglesia, los sacerdotes prebendados (es decir, aquellos que cobraban un sueldo) que sólo cantaban canto llano y eran dirigidos por el sochantre, un clérigo de mucho poder. La capilla, que en su origen era un grupo vocal, tenía categoría inferior, se dedicaba a la polifonía, y estaba constituida por músicos que eran servidores del cabildo eclesiástico. La dirigía el maestro de capilla, un compositor que no siempre era clérigo».

(fragmento del texto del capítulo 5 del libro “Música Colonial Hispanoamericana”, de Ramiro Albino)

 

María Josefina Bertossi
26 de febrero de 2019
Rosario – Santa Fe – Argentina

 

 


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