El pianista Alexander Panizza llega al final del Ciclo Integral de las sonatas para piano de Ludwig van Beethoven, un verdadero acontecimiento musical para la ciudad de Rosario durante ocho meses. Panizza nos hace un balance donde se señala la asistencia y recepción del público de este ciclo que fue organizado y patrocinado por el Parque de España con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura de la provincia de Santa Fe, la Secretaría de Cultura y Educación Municipal de Rosario. El último encuentro será este Sábado 13 de Noviembre a las 21 en el Parque de España.


Durante la temporada 2010 Alexander Panizza cumplió con todos sus compromisos de recitales dentro y fuera del país, es decir lo común en la actividad de un concertista como él, pero este año se sumaba además la responsabilidad de llevar adelante nada menos que un comprometido ciclo como tocar las sonatas para piano de Beethoven a lo largo de 8 recitales en ocho meses. El público jugó un rol importantísimo, el primer recital ya fue impactante y el boca a boca fue llevando cada vez más gente hasta el Teatro Príncipe de Asturias en el Parque de España hasta donde muchas veces lel público es perezoso para llegar.
Así también hay que señalar la cuidadosa edición del programa de mano con textos del crítico musical Diego Fischermann y la músicóloga Dra. Cintia Cristián junto a los de Alexander Panizza sobre cada una de las sonatas. La edición ha sido un gran aporte a la divulgación de estas obras de Beethoven.

Semejante tarea, llegando al final nos impone un balance, cuando lo charlamos con Alexander Panizza las primeras palabras que utiliza son “Sorprendido y satisfecho”, así se siente dice: ”porque desde la organización del ciclo, la gente del teatro con quienes ni siquiera hubo una coma de problemas y la asistencia del público quien a veces es reacio a movilizarse hasta el parque de España todo, fué muy bueno” .

Panizza reconoce que ”Fue un acto de fé para los organizadores, se comprometieron a algo muy grande y terminó siendo el lugar ideal para el ciclo.
Sería interesante que se hicieran otro ciclos, por allí no siempre conmigo, aunque ya estoy prensando en otros ciclos para más adelante. Este fue una experiencia que artísticamente tiene un antes y un después para mi porque cuando uno logra culminar un proyecto ambicioso eso te dá confianza para asumir proyectos en poco tiempo que te ayudan en la carrera como también me pasó este año con el concierto en el Colón o hace doce años cuando tuve que preparar para un concierto diez conciertos en muy poco tiempo, al lograrlo te dá confianza. Esto del ciclo de las sonatas de Beethoven fue similar pero desde el punto de vista artístico, no por la cantidad de repertorio que uno puede manejar sino por la profundidad en la que uno vá entrando. Esto lo noté cuando toqué hace tres semanas el Emperador en Paraná, si bien es un concierto que ya toqué muchas veces, la sensación fue muy especial, después de haber hecho todas las sonatas, además el lenguaje bethoveniano está en todas lados, cuando tocás Brahms o Chopin. Ahora tal vez al haber hecho la integral parece que alimenta tu autoestima artístico, se tiene más fé su discruso, en su búsqueda”.
.

Las tres últimas sonatas que Alexander Panizza interpretará en el último recital tienen, según sus palabras, momentos de introspección “hasta el silencio”, como el escribió en el programa que más abajo reproducimos.

Las sonatas serán las siguientes:
-30, mi mayor 109 1820 Berlín, 1821 Maximiliane Brentano (Vivace ma non troppo,
Prestissimo, Gesangvoll, mit inningster Empfindung )
-31, la bemol mayor 110 1821-2 París, Berlín y Viena,
1822; Londres, 1823 (Moderato cantabile molto expresivo, Allegro molto, Adagio ma non troppo, Fuga – Allegro ma non troppo – Adagio- Allegro ma non troppo)
-32, do menor 111 1821-2 París, Berlín, Viena Archiduque Rudolph;
y Londres, 1823 ed. lond., Antonie Brentano (Maestoso – Allegro con brio ed appassionato
Arietta – Adagio molto semplice e cantabile )

Sobre ellas el intérprete escribió en el programa de mano:

El célebre pianista del siglo XIX Hans von Bülow solía tocar
las últimas cinco sonatas de Beethoven en un solo recital.
Esta tarea hercúlea, si bien excesiva, tenía cierta lógica. Sin
dudas, la intención era mostrar todo el universo pianístico
del llamado último período de Beethoven. Y, de hecho, si se
tiene en cuenta al menos la op. 106 cuando se interpretan o
escuchan las últimas tres sonatas es posible descubrir una
dimensión poética de mayor escala, debido a la mencionada
relación de binarios opuestos que poseen. A la vez, estas
obras muestran el comienzo de una especie de atomización
formal que lleva a Beethoven a construir obras grandes
con partes cada vez más pequeñas. La secuencia sería la
siguiente: Sonata op. 106 (45 minutos, con 4 movimientos);
tres últimas sonatas, tocadas sin cortes (60 minutos, con 8
movimientos); Variaciones Diabelli op. 120 (60 minutos, con
34 movimientos). Esta atomización es también evidente en su
elección de formas, ya que se va alejando de la forma sonata
(y, cuando la usa, lo hace de manera tal que no se advierta)
para optar por el tema con variaciones.
Las tres últimas sonatas podrían interpretarse como una
especie de diario íntimo del compositor pues condensan
sus más íntimas confesiones, ya ni siquiera desarrolladas
en el sentido típicamente beethoveniano. Buscando un
paralelo literario, si la op. 106 fuera una novela de Thomas
Mann, las op. 109, 110 y 111 utilizarían la técnica del stream
of conciousness (flujo de la consciencia) que se encuentra
en James Joyce. Sin embargo, no se trata de un cambio en su
manera de construir una obra sino que la aparente libertad
lograda en las últimas obras resulta de la asimilación perfecta
del proceso anterior. Parafraseando al famoso libro de Eugene
Herrigel, Zen y el tiro de arco, para Beethoven ya no hay arco,
flecha o meta externa. Él “es” su música. En estas obras, el
compositor navega por aguas inexploradas y de
difícil acceso para sus contemporáneos. Rosen explica: “Las
últimas tres sonatas son más radicales […] como si haber
compuesto la Sonata op. 106 le hubiera dado más confianza.
Las obras experimentales anteriores (op. 54, 90 y 101)
compartían algunos de los ideales de una joven generación de
compositores, como Schumann y Mendelssohn. El aumento
de su sordera hizo que se aislara cada vez más en su mundo.
Las [sonatas] op. 109, 110 y 111 tardaron mucho más en entrar
en la corriente principal de influencia musical, mas aún que
los últimos cuartetos”.
Las sonatas op. 109 y 110 llegan al climax en su último
movimiento, pero vale aclarar que sus culminaciones son
totalmente distintas. Ciertos musicólogos le atribuyen a la
sonata op. 109 algunos rasgos autobiográficos, basándose
en su dedicatoria. La sonata está dedicada a Maximiliane
Brentano, hija de Antonie Brentano quien, casi por consenso
generalizado entre los estudiosos de Beethoven, es la persona
a quien Beethoven escribió su celebre carta a la amada
inmortal. En este documento, a pesar de estar perdidamente
enamorado de Antonie y que este sentimiento fuera recíproco
(por primera vez en la vida del compositor), por razones muy
complejas, Beethoven termina eligiendo cortar la relación
aún cuando ella estaba dispuesta a dejar a su marido, un
noble, y a sus hijos. Luego de un comienzo bellísimo que
alterna dos estados de ánimo contrastantes y de un segundo
movimiento de mucho empuje y vigor, la op. 109 termina
con un tema con seis variaciones de gran lirismo. No falta
un homenaje al contrapunto de Bach en la variación 5 y el
constante uso de trinos y trémolos le otorga a la variación 6
un brillo iridiscente. La vuelta del tema original al final del
movimiento genera, como en las Variaciones Goldberg de
Bach, la sensación de movimiento pendular, si bien, luego de
lo vivido, el retorno al principio nunca puede ser igual.
La Sonata op. 110 comienza con un movimiento de gran
belleza y lirismo y, como la op. 109, contiene un segundo
movimiento muy contrastante y virtuosístico. En esta sonata,
Beethoven apela insistentemente a recursos compositivos
del barroco. El último movimiento empieza con un recitativo
que evoca el acompañamiento de clave, seguido por un aria
(indicada arioso dolente) de enorme belleza y que genera
la sensación de que el protagonista está cerca de la muerte.
El aria es interrumpida por una fuga que intenta revivir
pero que fracasa en el intento a falta de fuerza y vuelve al
adagio. Esta “falta de fuerza” es genialmente representada
por medio de una melodía que, al llegar a un acorde de mi
bemol, no puede sostenerse y cae repentinamente al re. Esta
vez, Beethoven pide expresamente que se toque perdendo
le forze, dolente y su discurso entrecortado y difícil evoca
a alguien que le está costando mucho cantar. El final del
adagio parece ser el final del protagonista, pues el discurso
posee más silencios que sonidos. Pero, cuando todo parece
terminar, milagrosamente aparece un acorde de sol mayor,
cuya repetición fue comparada con el corazón que comienza
a latir nuevamente, y la fuga renace, con un claro contenido
religioso que, a medida que se “confirma la fe” se vuelve un
himno homofónico con una culminación de gran júbilo.
Es notable ver cómo Beethoven acude a la polifonía cuando
quiere manifestar lucha o conflicto y a la homofonía cuando
quiere representar la divinidad o la paz humana, tal como
se escuchó al final de la op. 110, donde magistralmente
se resolvió la polifonía. Pero es en la Sonata op. 111 donde
esto se manifiesta de forma más evidente. A diferencia de
las op. 109 y 110, la conducción emocional hacia el final,
que sin duda está, no es lograda de manera lineal. Los dos
movimientos funcionan como polos (algunos han dicho
la vida y la muerte, sansara y nirvana, etcétera) y es aquí
donde el compositor culmina sus experimentos bipolares.
El primer movimiento se encuentra simbólicamente en do
menor, la tonalidad de conflicto por excelencia en Beethoven.
Y, como suele suceder, la polifonía es el recurso elegido
para dramatizar el conflicto. En vez de escribir una fuga,
como en la op. 110, o una sección fugatto, la polifonía está
intrínsicamente metida en la forma sonata del movimiento
entero. El dramatismo es intenso y la lucha, a veces feroz.
Pero, a diferencia de la yuxtaposición neta de movimientos
en las anteriores sonatas de dos movimientos, en la coda
del primero nace la semilla del segundo. Con gran maestría,
luego de una serie de acordes agresivamente acentuados y
disonantes, se escucha el tumultuoso tema en semicorcheas
como a gran distancia y, por encima, aparece una parte del
tema del segundo movimiento. A medida que pasan los
compases, la tormenta se diluye y queda un acorde cristalino
de do mayor como cierre del movimiento. Y, el primer
acorde del segundo movimiento, también de do mayor, no
debería esperar para comenzar, ya que Beethoven disgregó
el límite entre el final de un movimiento y el principio del
otro. Cerrar este movimiento, tal como se suele terminar el
primer movimiento de una sonata, sería destrozar un efecto
magnífico. En la arietta final, Beethoven vuelve al tema con
variaciones y a un carácter homofónico.
Seguramente, no era consciente de que este movimiento iba a
cerrar su ciclo de sonatas pero, evidentemente, la providencia
no pudo haber elegido un final más apropiado y digno. Como
hemos dicho anteriormente, el estilo fractal de Beethoven
nos muestra relaciones bipolares desde sus estructuras más
pequeñas hasta las grandes metaobras que se perciben al
agrupar diferentes piezas. En este movimiento, el tema y las
primeras tres variaciones siguen caminos bastantes comunes
en el barroco. Es decir, cada variación es construida sobre
un ritmo más rápido que la anterior. El efecto acumulativo
es muy fuerte y la tercera variación manifiesta una euforia
similar al cierre de la Sonata op. 110. Luego de tanto
movimiento, el tiempo parece detenerse por completo.
Al cristalizarse, abre un mundo sonoro extraño, plagado
de extremos de registro, primero abajo, luego arriba. Es
inevitable conmoverse y sentir que este mundo nació gracias
a la pérdida de audición del compositor. Este estatismo
comienza a descongelarse de a poco pero cuando parece
que va a retomar impulso y continuar por donde quedó la
tercera variación, nuevamente se interrumpe con trinos que
recuerdan el final de la op. 109. Finalmente, estos trinos se
convierten en el acompañamiento casi schubertiano de la
reexposición del tema que conduce al gran clímax emocional
de la obra (¿y de todo el ciclo?) y queda suspendido en un
trino solitario, agudísimo. Debajo de este trino, vuelve el tema
inicial pero con el final muy sutilmente modificado. Durante
toda su vida, Beethoven se preguntó muss es sein? (¿debe
ser?).Y esta última frase responde es muss sein (debe ser). No
de forma enfática, sino, como toda revolución profunda, de
manera silenciosa, casi imperceptible desde afuera.
Y es así como termina la sonata y el ciclo. Lo vivido a través
de semejante odisea no se puede expresar externamente.
Beethoven entendió esto y condujo el final hacia el silencio, la
introspección y la meditación. Creo que ni siquiera debería
haber aplausos luego de esta obra, para poder apreciar la
emoción profunda que provoca la contemplación de lo que
este compositor ha dejado a la humanidad.

Sitio de Alexander Panizza


María Josefina Bertossi
9 de noviembre de 2010
Rosario – Argentina


CRONOGRAMA

PROGRAMA I – 17 de abril de 2010
SONATA OP. 2 nº 1 – fa menor
SONATA OP. 2 nº 2 – La mayor
SONATA OP. 49 nº 2 – Sol mayor
SONATA OP. 2 nº 3 – Do mayor

PROGRAMA II – 15 de mayo de 2010
SONATA OP. 7 – Mi bemol mayor
SONATA OP. 10 nº 1 – do menor
SONATA OP. 10 nº 2 – Fa mayor
SONATA OP. 10 nº 3 – Re mayor

PROGRAMA III – 19 de junio de 2010
SONATA OP. 14 nº 1 – Mi mayor
SONATA OP. 49 nº 1 – sol menor
SONATA OP. 13 – “patética”, do menor
SONATA OP. 14 nº 2 – Sol mayor
SONATA OP. 22 – Si bemol mayor

PROGRAMA IV – 31 de julio de 2010
SONATA OP. 26 – “marcha fúnebre”, La bemol mayor
SONATA OP. 27 nº 1, Mi bemol mayor
SONATA OP. 27 nº 2 “claro de luna” – do sostenido menor
SONATA OP. 28 – “pastoral”, Re mayor

PROGRAMA V – 28 de agosto de 2010
SONATA OP. 31 nº 2 “tempestad” – re menor
SONATA OP. 31 nº 3 – “La caza”, La bemol mayor
SONATA OP. 31 nº 1 – Sol mayor
SONATA OP. 53 – “Waldstein”, Do mayor

PROGRAMA VI – 11 de septiembre de 2010
SONATA OP. 54 – Fa mayor
SONATA OP. 53 – “appassionata”, fa menor
SONATA OP. 78 – “a therése”, Fa sostenido mayor
SONATA OP. 79 – Sol mayor
SONATA OP. 81a – “los adioses”,Si bemol mayor

PROGRAMA VII – 9 de octubre de 2010
SONATA OP. 90 – mi menor
SONATA OP. 101 – La mayor
SONATA OP. 106 – “hammerklavier”, Si bemol mayor

PROGRAMA VIII – 13 de noviembre de 2010
SONATA OP. 109 – Mi mayor
SONATA OP. 110 – La bemol mayor
SONATA OP. 111 – do menor


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