Los ex alumnos del Maestro Rubén Botta brindarán un concierto en su homenaje, este Viernes 7 de septiembre en el Centre Catalá, Entre Ríos 761. Een esta entrevista los organizadores del mismo recuerdan la personalidad del maestro fallecido en 2006.
¿Cómo surgió la idea de hacer este homenaje?
Mariana y Ulises: A los pocos meses del fallecimiento del Maestro Ruben A. Botta, sus alumnos decidimos rendirle este homenaje como una humilde devolución de todo aquello que nos enseñó. Si bien cada uno tiene su propia historia junto a él, coincidimos en que la gran influencia que tuvo en nuestras vidas fue la razón que nos unió para organizar este evento; que no sería posible sin la ayuda de alumnos, amigos, conocidos y familia.
Mariana Pedroza y Ulises Hachen, en carácter de organizadores y cantantes, quisimos llevarlo a cabo no sólo por nuestra inmensa gratitud sino también con el fin de continuar luchando por sus ideales, ahora nuestros.
¿Qué es lo que más recuerdan del Maestro?
Mariana: Recuerdo haber visto al Maestro en el teatro escuchando los ensayos del coro cuando aún formaba parte de él: se acercaba y nos poníamos a charlar; y en esos momentos yo escuchaba sus consejos sin saber de quién se trataba.
Un día, Ulises me contó que aquel hombre que me daba consejos era su maestro de canto, y al pedirle el número de teléfono me advirtió que no estaba tomando alumnos. A pesar de esto, llamé sin dudarlo, y así fue que concretamos una cita y me recibió en su casa.
Durante la entrevista me preguntó cómo era mi vida, qué actividades realizaba, cuál era mi registro, cuáles eran mis aspiraciones en este campo…
El Maestro consideraba a la persona en su totalidad y era muy selectivo a la hora de elegir, ya que tenía un plan de formación particular para cada alumno, de acuerdo a la etapa de aprendizaje en la que se encontraba.
Luego de escuchar mi voz, se comprometió a guiarme y a formarme como artista.
A pesar del poco tiempo que compartí con el Maestro, su paso por mi vida fue trascendental, y sus enseñanzas marcaron mi vocación; tanto en lo técnico como en lo humano.
Ulises: Muchísimas cosas. Para mí Botta fue como un abuelo y durante los 5 años me vio crecer como persona y como cantante. El Maestro se caracterizaba por preocuparse muchísimo por sus alumnos. Él siempre decía que el cantante no sólo es un virtuoso vocal, tiene sangre en la venas, está vivo, tiene sentimientos y todo esto repercute sobre la voz.
Rubén pensaba que, más allá de las aptitudes vocales, el auténtico cantante llevaba el “fuego sagrado” dentro, era un ser capaz de conmoverse profundamente con la música y esto excedía en mucho la mera técnica, a la que, no obstante, toda su enseñanza propendía.
Luego de su fallecimiento, cada vez que llegaban los horarios en que tomaba clases cerca del mediodía, me resultaba extraño no tener su presencia para tomar el café expresso, infaltable de las 12. Estos momentos eran siempre acompañados por charlas sobre la vida, la salud, el cine, los distintos cantantes y por supuesto no dejábamos títere con cabeza. Hasta el último miércoles que nos vimos, el Maestro siguió preguntándome: “¿Con azúcar o edulcorante?”. Era tan encantador y humano que se preocupaba hasta por cuestiones casi domésticas, como el que yo aprendiera a conducir un auto y me enseñaba en relación con el suyo. Me decía: “Hay que bombear el embrague para frenar” sin considerar que yo tenía un automóvil moderno y último modelo. Estos comentarios, los sombreros, los trajes, lo hacían parece un ser un tanto anacrónico, aunque tenía la lucidez de los grandes que están más allá del tiempo. También recuerdo todas sus anécdotas de juventud que me divertían y me enseñaban mucho de la vida. Era una persona tan afable y afectiva que jamás dejó de venir a mis fiestas de cumpleaños en donde entre tanto adolescente y jóvenes, él no desentonaba.
¿Cómo era la experiencia de una clase con él?
Mariana: Cómo olvidar las veces que transité por aquel pasillo, charla de por medio. Botta solía escucharme cantar con los ojos cerrados en el sillón de su living y hablarme de su experiencia como cantante y como persona. Me transmitía el mensaje de que la música no es una disciplina aislada, y que si bien requiere de un arduo trabajo y dedicación, no es sólo un objetivo lo que persigo fervorosamente, sino también un sueño; y que ser cantante es tanto una profesión como un estilo de vida. Tenía la capacidad de mostrarme el camino mucho antes de que yo sepa cuál era, y de descubrir mis capacidades desde su experiencia personal. Con Botta aprendí a expresar cada rol como si fuera mi propia historia.
Recuerdo la última clase como si hubiese sido ayer. Me habló de sus propios proyectos y, conforme con lo mucho y bien que habíamos trabajado ese día, se atrevió a adelantarme los planes que tenía para mi carrera. Antes de irme me dio un abrazo de despedida, como si en su interior supiese que sería la última clase que daría.
Con esto, concluyo que el Maestro Rubén Botta no era sólo impecable en lo técnico, sino también una guía espiritual y un ejemplo a seguir para sus alumnos.
Ulises: Aún recuerdo la primera vez que conocí al Maestro, fue en mayo, tenía cita en su casa a la tardecita. El Maestro como siempre tan elegante, nos recibió (a mi mamá y a mí) en traje y con una de sus acostumbradas boinas. Entramos, atravesamos el patio, la cocina y nos alojamos en el living. No tardamos mucho en sentarnos al piano y comenzar a vocalizar, la gran promesa de 14 años tenia la extensión vocal aproximadamente de 5 notas y la voz engolada, aún no me explico qué vio él en mí, pero me dijo que quería tenerme como alumno, y así fue…
El primer tiempo el Maestro tomó esa incómoda costumbre de darme lecciones a las 9 de la mañana, para las cuales yo me levantaba a las 7, hacía todo el ritual que yo creía necesario, inclusive vocalizar, cosa que nunca le confesé y siempre alegaba estar con la voz dormida. Con el tiempo ya pude animarme a ir sin hacerlo y sin estirar el cuello durante 3 horas seguidas. Fue entonces cuando el ritual cambió por tomar clases a las 12 del mediodía, hora en la que el Maestro tomaba su riguroso café expreso italiano. Este horario siguió hasta la última clase.
El Maestro era muy riguroso con respecto a los horarios y a la disciplina que debía tener un cantante. Una peculiaridad que lo diferenciaba de los maestros en general, era que sus alumnos no eran “alumnos”, sino “cantantes en formación”. Esto nos daba todo un viso de profesionalidad aún desde los inicios, convirtiéndonos en sus discípulos, lo cual nos hizo comprender aún siendo novatos, que era un compromiso continuar con la tradición vocal iniciada por el Maestro Antonio Cotogni en Italia, a quien Rubén seguía.
Como el maestro siempre confió en nosotros y creyó en que seríamos grandes cantantes, cuando llegábamos a dominar cierto aspecto técnico nuevo, inmediatamente buscaba frases de grandes óperas donde se encontrara aplicado este conocimiento, lo cual servía no sólo a los fines técnicos, sino que daba pie para ahondar en las óperas, conocer los personajes, y no faltaba vez en la que nos tirara alguna manta o almohadón para componer el personaje, como, en mi caso, Rigoletto como mayor aspiración para un barítono. Era muy interesante que el Maestro propendiera no a enseñarnos “cosas sueltas”, sino a formarnos y planificar nuestras futuras carreras en función de roles que pudiéramos desarrollar en forma completa.
Muchas veces, en medio de las clases, sonaba el teléfono y era algún cantante amigo que vivía en Italia. El Maestro no perdía oportunidad de “lanzarnos al estrellatos” por vía telefónica con algún agudo recientemente logrado y, de este modo, su interlocutor, tomaba conocimiento de nuestras voces en ese preciso momento.
Finalmente ambos organizadores coincidieron en que “Rubén luchó durante mucho tiempo por iniciar un teatro experimental en Rosario, proponiendo un proyecto similar al del Teatro Lirico Sperimentale di Spoleto, a fin de crear una escuela integral lírica donde los jóvenes cantantes pudiesen experimentar la sensación de subirse a un escenario de la mano de maestros, repertoristas, directores de escena, directores de orquesta, etc. Vino de Italia y se quedó en Rosario para llevar a cabo esta idea en la ciudad. No obstante, nunca pudo concretar su sueño.”
María Josefina Bertossi
5 de Setiembre de 2007
Rosario – Argentina