¿Por qué un compositor de óperas escribe canciones? Responde Horacio Castillo quien junto a Marina Silva (soprano) serán los protagonistas de Los operistas y las canciones de cámara título del recital del Sábado 9 de Agosto a las 19:00 en la Sala Amigos del Arte auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario.

¿Cuántas veces hemos oído frases del tipo de: Ese cantante tiene voz para «cámara»; o: tiene condiciones vocales «operísticas»?
Aunque la creencia está bastante arraigada entre los adeptos al género vocal, profundizando en la historia de los grandes cantantes desde mediados del siglo XIX, no encontraremos uno que habiendose destacado en el género camarístico (aunque fugazmente) no haya también interpretado roles líricos.
Si trasladamos esta hipótesis al campo de la composición, comprobaremos que absolutamente todos los grandes compositores de ópera incursionaron también en el género de la canción de concierto.
De origen popular o con texto de grandes poetas, la canción resume un mundo donde convergen el vigor dramático y la espiritualidad reflexiva, realzando el valor subjetivo de la música tanto en sus transiciones psicológicas sutiles como en la construcción de imágenes sonoras que evocan la naturaleza.
¿Por qué un compositor de óperas escribe canciones?
Más allá de las razones estéticas, hay en todos los compositores que abordaremos un conjunto de factores que influyeron en el hecho de que hoy podamos disfrutar de estas bellísimas piezas breves para voz y piano.
A lo largo de toda su carrera, Puccini fue reticente a escribir musica que no estuviese ligada al teatro. No estaba interesado en explorar las sutilezas de la composición de canciones a la manera de Fauré, Debussy o Strauss (sin embargo sí le interesaba la música de ellos), pero escribió una cierta cantidad de bellas canciones para voz y piano. Algunas de ellas le fueron requeridas durante su formación, otras fueron publicadas en periódicos o suplementos musicales e incluso como «ediciones especiales».
En otros casos, como por ejemplo «Torna, vezzosa Fillide» de V. Bellini, claramente puede apreciarse que se trata de un «campo de prueba» para una aria de ópera, donde el piano en la introducción no describe el clima del texto sino que introduce los temas al estilo de una pequeña obertura, intercambiando energía vigorosamente con el canto durante el desarrollo del arioso.
Es muy interesante el fenómeno de «Perduta ho la pace»; donde Giusseppe Verdi escoge una traducción de la conocidísima escena de Margarita en la rueca del «Fausto» de Goethe, estableciendo así una inusitada fusión del lirismo italiano con la tradición germánica del gran poeta de Weimar.
La tradición popular del canto napolitano se ve representada en «Me voglio fa’ na casa» de G. Donizetti, «Ballata», de Mascagni y «Lasciati amar» de Ruggiero Leoncavallo; en tanto que aires de bolero español pueden ser oídos en «L’invito» de las Soirées musicales de G. Rossini.
Así es como el repertorio escogido para la primer parte de este concierto conforma un corpus tan variado como interesante a la hora de conocer aspectos menos difundidos de la composición de estos grandes maestros de la ópera. En la segunda parte, una selección de arias de óperas de los mismos autores es presentada como contraposición de dos estilos que tal vez no sean tan opuestos como estamos acostumbrados a pensar.


7 de Agosto de 2008
Rosario – Argentina


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