“Of all jolly pastimes” es el título del concierto dedicado a la Música inglesa del Renacimiento al Barroco que interpretarán los ensambles Mister Banister (BA) y Super Flumina (Rosario) junto a artistas invitados, el martes 4 de agosto a las 19:30 en el Saló Carlos Pellegrini del Jockey Club, Córdoba y Maipú. Ramiro Albino (Mr. Banister), describe el ambiente donde tuvo lugar esta producción musical, y sobre el final de este artículo publicamos fragmentos de otro (Los dos pilares del barroco inglés) con la firma de Albino.
Por su parte Iréne Chaina integrante de Super Flumina: nos explica el origen del nombre de su ensamble: Super Flumina son palabras que lleva un salmo de Palestrina, en realidad el nombre completo es «Super Flumina Babilonis», nos gustaba mucho ese salmo y además coincidía que todos vivíamos junto a un río, y en italiano `flumina´ se relaciona con el río»
(*) jolly: vocablo inglés que significa alegre, divertido
30 de julio de 2009
Rosario – Argentina
Sobre la música y los compositores que se escucharán en el concierto referenciado, hace unos meses, Ramiro Albino escribió para la Revista del Teatro Colón un artículo cuyos fragmentos reproducimos aquí:
Los dos pilares del barroco inglés
La música inglesa, de Purcell a Handel
Este año se conmemora dos fechas importantes para la música del Barroco Inglés, el 350 aniversario del nacimiento de Purcell y el 250 aniversario de la muerte de Handel. Ambos constituyen los principales apoyos sobre los que Inglaterra construyó su estilo Barroco, y son homenajeados este año en todo el mundo con conciertos y actividades relativas a sus obras.
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El presente artículo nos ayudará también a comprender la perenne presencia de Purcell y Handel en la música coral inglesa.
Apenas pasado el periodo de esplendor del madrigal renacentista, sobrevino en Inglaterra un período de cierta indefinición musical, consecuencia lógica de las múltiples idas y venidas de aquella sociedad permanentemente cambiante y conflictiva. Algunos pretendieron introducir las pautas de la monodía italiana, con el “stile recitativo”; pero por otra parte, otros tantos pretendieron copiar modelos franceses, llevando el “ballet de cour” a lo que en Inglaterra se llamó “masque”. Esta manifestación terminó imponiéndose, tomando la idea del recitativo, pero sin el pathos italiano ni la sutileza de la prosodia francesa, en un estilo híbrido entre el recitativo y la canción que no explotó profundamente la idea de los “afectos”, tan cara al pensamiento latino.
Pero cuando las mascaradas estaban en su madurez vino el período de la Commonwealth, con la subida de Cromwell al poder en 1653. Hubo cambios drásticos, como la prohibición del teatro, y la censura de ciertas manifestaciones musicales, lo que hizo florecer la música en las casas de la enorme burguesía inglesa, que la tomaba como adorno y diversión. Esta praxis se benefició con un desarrollo de la imprenta musical que fue único en la historia, ya que al no existir la corte, no habia mecenazgo real. La música de la iglesia también sufrió idas y vueltas con los cambios de regímenes e ideas. Los puritanos aceptaron sólo una parte de la música que era tradicional de la iglesia anglicana: los salmos medidos (que eran cantados tanto en la iglesia como en las casas, formando parte de la devoción doméstica o de un entretenimiento piadoso). Las otras prácticas de la iglesia fueron abolidas, y se destruyó muchos órganos. Sin embargo, la mayor pérdida de esta medida fue la falta de continuidad de las capillas musicales eclesiásticas, los principales semilleros musicales de los que salieron los principales compositores europeos del Renacimiento y el Barroco.
Al restaurarse la monarquía en 1660, se revitaliza la masque, y se experimenta en lenguajes de apariencia cruda que poco a poco establece un estilo Barroco inglés que se aproxima curiosamente al italiano mientras que no desaprovecha influencias de Lully (baste tener en cuenta, por ejemplo, la masque “Venus y Adonis”, de John Blow).
Es en esta misma época que, con la afirmación del bajo continuo y la sonata, los violines comienzan difundirse desplazando a las violas da gamba (cuyos conjuntos habían tenido gran éxito a principios del siglo), en la iglesia resurgen los “anthems” y se vive un clima de efervescencia y calma en la creatividad, que se rompería años más tarde con la feroz (y feliz) irrupción del estilo italiano del último Barroco. Y fue ahí, en ese momento tan propicio, que nació Purcell, el compositor que pareció estar predestinado a poner un final feliz a un siglo de convulsión.
Henry Purcell (1659 – 1695) nació y se crió en un entorno cortesano. Conoció las viejas prácticas contrapuntísticas y vislumbró la modernidad de los estilos que estaban en boga en el continente. Supo moldear el contrapunto para que dejara de ser sólo el producto de la superposición de líneas independientes, y comenzó a aplicar conceptos más modernos, tendiendo más a lo acórdico, aprovechando el pathos de los italianos y la pompa de los franceses. Rodeado de un grupo de escritores herederos de la tradición de Shakespeare, escribió odas, antífonas, canciones, mascaradas y óperas en las que rescató lo mejor de las modas del momento sin perder nunca de lado la concepción británica de su arte.
Fue también en esta época que John Banister comenzó a hacer conciertos públicos, lo que le dio fama a Londres como ciudad cosmopolita relacionada a la música, una suerte de ciudad capital de los conciertos europeos. Esto hizo que muchos músicos de la Europa continental comenzaran a mirar hacia Inglaterra y se dirigieran a Londres. Podemos citar, entre otros, al belga Jean Baptiste Loeillet (1680 – 1730), los italianos Giuseppe Baldassare Sammartini (1695 – 1750), Giovanni Battista Sammartini (1700 – 1775), Giovanni Battista Bononcini (1670 – 1747), Attilio Malachia Ariosti (1666 – 1729) y Nicola Porpora (1686 – 1768), y a los alemanes Johann Christoph Pepusch (1667 – 1752), Johann Adolph Hasse (1699 –1783) y Georg Friedrich Handel (1685 – 1759).
Tras una importante estancia en Italia, y varios viajes posteriores, Handel se instala en Inglaterra en 1711 para dedicarse a componer óperas. Es obvio que con tan fuerte presencia de italianos, el estilo musical había cambiado su estética, de esto da prueba la presencia en Londres de los más famosos cantante italianos de la época: Francesca Cuzzoni, Faustina Bordoni, Farinelli y Senesino entre otros. Pero, si bien Handel era un músico reconocido, no era el único que contaba con la aprobación del público, ni el único extranjero. Tuvo problemas con Bononcini por un supuesto plagio, también hubo peleas con Ariosti, y más tarde en la brillante época de la “Opera of Nobility” se enfrentó a Porpora y a Hasse. La nobleza inglesa era anti-germana y estaba en contra de Handel, pero además la corte, el único grupo social que podía comprender la ópera, no podía mantenerla (por sus costos). A la clase media londinense no le interesaba algo que había sido creado para la nobleza y que se cantaba en otro idioma, razón que llevó al fracaso a la ópera italiana. Tampoco se logró imponer un estilo operístico inglés. John Gay (1685 – 1732) hizo con Pepusch la famosa “Ópera del vagabundo” en 1728, que fue bien recibida, pero no alcanzó a abrir un camino.
Aún en los años que Handel vivió años de éxito como compositor de óperas, dedicó tiempo a estudiar la polifonía y el estilo musical propiamente inglés. Su gran modelo fue Purcell, de quien tomó los moldes, pero enriqueció la armonía y cambió ciertos elementos afrancesados. Compuso entonces música gloriosa para la iglesia anglicana, odas para la reina, antífonas para la coronación de los reyes, cantatas festivas y serenatas en las que aggiornó la antigua mascarada.
Durante los últimos años de su vida se dedicó a componer oratorios, en los que hizo una verdadera síntesis de sus experiencias musicales, que tuvieron la máxima aceptación del público. Aparecen ahí elementos de la cantata alemana, de la ópera italiana, de la música coral inglesa y de los oratorios de Carissimi. Y para estos años ya había músicos ingleses formados en la herencia de Purcell y familiarizados con los elementos italianos de moda del siglo XVIII. Se destacan sin duda William Boyce (1711 — 1779) y Thomas Augustine Arne (1710 – 1778). También para ese momento, la ciudad de Londres estaba definitivamente asentada como uno de los principales centros musicales de Europa, por lo que continuó atrayendo a importantes personalidades, aún así, la creación musical inglesa no volvió a tener personalidades descollantes, sino hasta más de un siglo después. Tuvo razón Henry Hall, el organista de Hereford al momento de la muerte de Purcell: “Sometimes a hero in an age appears
/ But scarce a Purcell in a thousand years”.