La Orquesta de Cámara Municipal para su próximo concierto recibe al director invitado Gustavo Plis-Sterenberg, argentino formado en Rusia dirigirá Schostakowitsch y Tschaikowky. En esta entrevista nos cuenta sobre lo que significa la escuela rusa de dirección orquestal donde él se formó y también, sobre su libro «Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina» que ya lleva 5 ediciones y planea escribir otro sobre Tucumán. El concierto será el Jueves 12 de mayo a las 21 en Teatro La Comedia con Entrada Libre y Gratuita auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario .

El maestro Gustavo Plis Sterenberg es la segunda vez que viene a dirigir a Rosario en los últimos años. Ya fue director invitado de la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario y ahora, de la Orquesta Municipal de Cámara.

Lo primero que quisiera destacar de este músico invitado a nuestra ciudad, es que probablemente sea uno de los directores argentinos que mayor formación musical ha recibido en la especialidad dirección, si bien sus inicios fueron con maestros argentinos y su primer título en música lo obtuvo en la escuela López Buchardo, continuó sus estudios en Rusia en las cátedras de los maestro Rostropovich y Gergiev, solo nombramos esos dos apellidos puesto que se relacionó con otros tan importantes pero menos conocidos para nosotros.

En diciembre de 1995 Plis-Sterenberg fue designado director de orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo (primer director extranjero en ocupar ese puesto luego del retiro de Riccardo Drigo). Además ha dirigido también en Londres y desde 2004 también dirige en la Argentina, lo hizo en el Teatro Colón y luego fue Director Artístico de la Sinfónica de Córdoba (2004-2006) y Director titular de la Orquesta Sinfónica Provincial de Bahía Blanca y la de San Juan.

Su apellido artístico está compuesto por los apellidos de su padre y de su madre, el de esta última es homenaje a quien lo inició en la música “es un homenaje que yo le hago a mi mamá porque toda la parte musical viene por ella. Son apellidos hebreos que significan pasaron por Alemania. Las dos familias eran de procedencia de Ahkenazy que significa `pasaron por Alemania´ hace 300 años expulsaron a los hebreos y aparecieron en Ucrania, Rusia y Polonia” .

¿La relación con Europa Oriental tuvo que ver con lo que después lo llevó a Rusia?

Gustavo Plis-Sterenberg: Yo pienso que sí , por varios motivos, alguno banales como haber entrado al clima como si siempre hubiera estado allí, el clima es muy duro, y después haber puesto el techo de conocimiento y de práctica cada vez más arriba, ha sido una búsqueda en mi especialidad, primero la composición y luego la dirección.

¿Más allá de que sus primeros conocimientos los obtuvo en la Argentina, su formación como director es rusa?
Gustavo Plis-Sterenberg: Sí totalmente, diría un trescientos por ciento rusa. Yo empecé  como oyente en Rusia porque me interesaba para la composición conocer bien la tesitura de los instrumentos para saber bien qué notas salen bien, cuáles son más difíciles, cuáles se pueden tocar forte o no en cada instrumento. Cuando yo ya estaba en segundo año de composición, mi maestro me promovió para que al año siguiente ingresara por segunda vez al conservatorio “Rimsky Korsakov” de Leningrado (hoy San Petersburgo), esta vez como director sinfónico activo no oyente, desde ese momento empezó un crecimiento aceleradísimo de lo que es la dirección en, ese momento, la Unión Soviética. La escuela rusa es interpretación, después hay recursos manuales pero eso se subordina a lo principal.

¿Qué se tiene en cuenta en esa interpretación de la escuela rusa?
G.P.-S.: El contenido filosófico existencial de un determinado tema, puede ser como en varias sinfonías, descriptivo y se utiliza la naturaleza para expresar las emociones humanas, hay infinitas variaciones pero el asunto es llegar al centro donde no hay notas, no hay golpes de batuta, donde lo único que hay es esa substancia intangible de la que hay que empaparse, es la que hay que respetar, en esto fueron muy insistentes los maestros porque eso es la obra y el director es un siervo, está al servicio de la obra, hay que llegar ahí, darle la correcta compresión e interpretarlo.

¿Dónde se puede apreciar la escuela rusa en el concierto del jueves?
G.P.-S.: Se puede desmenuzar, por ejemplo: la libertad de lo melódico, es decir el canto, enorme libertad y fantasía; después se podría señalar también la exigencia del director con una orquesta no acostumbrada a tocar este tipo de música, esa exigencia debe ser muy fuerte para poder respetar por ejemplo, los tiempos que a veces son muy veloces. Aquí los músicos pueden decir “che pero que rápido”, un ruso no diría eso porque ese es el tiempo que corresponde a ese lugar. Afinación, ataques, la correcta construcción arquitectónica de las forma que es lo principal después entrar en esa substancia. La forma es como una arquitectura para poder darle a las pequeñas olitas de música su pequeño punto culminante, sumado todo eso viene un montaña enorme donde está concentrado la culminación de cada movimiento y de la obra en sí. De la misma forma que llegamos nos vamos, por eso dije montaña, subimos y bajamos.

Entre las personalidades con las que trabajó en San Petersburgo, hay una que me llama mucho la atención particularmente: Valèry Gergiev, ¿ cómo fué la experiencia de trabajar con él?
G.P.-S.: Cuando ingresé jamás hubiera pensado que me esperaba ser director asistente de Gergiev y de Rostropovich, pero se dieron las cosas que hice una muy buena carrera, el diploma de honor que se otorga a los estudiantes que sacaron el máximo en todas las materias, es muy influyente, y después el jefe de la cátedra, el legendario director Musin me promovió para que yo haga después del doctorado el perfeccionamiento con Gergiev. Estuve mucho tiempo sentado como asistente y no hacía nada, yo tenía que ver y oir, y empecé a ver cosas muy fuertes que se complementaban con todo lo que a mi me enseñaron. Llegó un día que me dijeron: “prepárate que en 17 días dirigís el espectáculo Raymonda*”, 18 y 20 de enero de 1995, y bueno, casi ni dormí y lo estudié como se debe estudiar y funcionó muy bien, desde ese momento me tomaron como director invitado, o diría, director ocasional. Luego, cuando la orquesta entró en confianza, mientras Gergiev presenciaba todo y sin su decisión no se hacía nada, empecé hacer mi carrera dentro del teatro hasta llegar a ser director permanente del teatro Marinsky.

Aquí en la Argentina parece que el director queda ubicado en estancos, el que dirige sinfonismo no dirige ópera o ballet y viceversa, cómo se maneja esto en Rusia?
G.P.-S.: El ballet en Rusia sobre todo en San Petersburgo es Fórmula 1, lograr especializarse en el repertorio en el Teatro Mariinsky es un honor, una responsabilidad enorme y una dificultad porque están las dos partituras, la sonora y la de los movimientos escénicos. Hay que conocer la coreografía para poder dirigir ballet de la misma forma que conocer la voz humana para dirigir ópera. Yo creo que los directores de orquesta tienen que ser capaces hacer las tres cosas, el género sinfónico, coreográfico y lírico.

Nunca es bueno comparar pero la tentación es muy grande, si quisiéramos alcanzar el nivel de las orquestas rusas ¿qué se le puede decir a las orquestas argentinas o a los músicos que la integran?
G.P.-S.: A los músicos que están en las orquestas, no a todos, habría que decirles ¿Uds. recuerdan antes del concurso para ingresar a la orquesta como estudiaban?, de esa forma deberían seguir estudiando.

No puedo evitar preguntarle sobre el libro “Monte Chingolo” que ya lleva 5 ediciones, es llamativo que un músico escribiera sobre un tema como ese. ¿cómo es que se volcó a ese tema
G.P.-S.: Yo en los años 70 no me quedé en casa con los brazos cruzados y participé en los acontecimientos de los 10 terribles años de los 70. Cuando estaba en Rusia me enteré que estaban saliendo algunos tímidos libros sobre Monte Chingolo y dije, yo tengo también que hacerlo. En Monte Chingolo se vé un anticipo de lo que vendría más tarde. Recuerdos, materiales que yo guardé y escondí, información que me dieron otros compañeros o del oponente, me permitieron escribir “Monte Chingolo” donde se vé una especie de anticipo de los que vendría tres meses más tarde en una escala mayor. Estoy juntando material para escribir sobre Tucumán yo no estuve pero conozco mucha gente que sí.

En una entrevista que le realizó la Revista Ñ* Ud. decía que lo había escrito con forma de sonata…
G.P.-S.: Porque hay varias líneas paralelas entonces yo las utilizaba temáticamente, es decir tengo este tema musical y por ejemplo, tengo esta fuga, vá primero en una voz, en el barítono, luego la soprano y se vá desarrollando de a poco, y entonces yo empecé con los orígenes, por ejemplo con una persona que militó, como se iba curtiendo e incorporándose a esa vorágine tremenda y lo que sería el desarrollo vendría a ser la acción, la actividad concreta del guerrillero, y después el fin que puede ser en tonalidad mayor o en tonalidad menor, es decir: vivo o muerto. En una sinfonía puede haber muchísimos más elementos pero todos están estrictamente organizados de tal forma que sea mas cómoda la lectura, hago una arquitectura más o menos equilibrada que la forma de una obra sinfónica.

Esto rompe con la imagen que se tiene de los músicos, ese cliché que los muestra lejos de los problemas de lo cotidiano
G.P.-S.: Lo que pasa que el músico está un poco alejado porque tiene poca oportunidad de tocar con otra gente ya que la mayoría del tiempo él está solo, en su casa, estudiando.

Raymonda* es un ballet con música de Alexander Glazunov y la coreografía de Marius Petipaque se estrenó en el Teatro Marinsky de San Petersburgo, Rusia, en 1898. La historia cuenta la lucha entre un príncipe de las Cruzadas y un sarraceno por el amor de Raymonda,

Ñ* Entrevista en la Revista de cultura de diario Clarín
http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2009/12/05/_-02055201.htm


María Josefina Bertossi
9 de mayo de 2011
Rosario – Argentina


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