La primera función de La Traviata en el Teatro El Círculo fue un éxito con cantantes de primera nivel, entre ellos, el barítono Ricardo Ortale quien se llevó una gran ovación en el saludo final. El día anterior compartimos una charla con él hablando sobre su personaje, las características de un barítono, la educación musical, los estudiantes de canto, los cantantes en la actualidad.


Ensayo pre general de La Taraviata – 1º de Octubre 2009 -Teatro El Círculo de Rosario

Lo vimos al maestro Ortale en los ensayos y en la primera función de la puesta de La Traviata, y por su solvencia suponíamos que el personaje lo había hecho muchas veces, sin embargo nos contó que debutó con “Germont” hace cuatro años, antes lo hizo primero en La Plata, lo repitió en Chaco y ahora, en Rosario, será la tercera vez que lo interpreta. El aria “Di Provenza…” con el que el padre trata de convencer a su hijo para que vuelva con él, fue un ejemplo de maestría, con toda la carga de dulzura que sugiere su música y tan bien dicho que arrancó los bravos y reconocimientos del colmado teatro El Círculo.

Video de la función mencionada


¿Cómo nació la vocación musical?
Ricardo Ortale: Mis padres gustaban de lo teatral y lo operístico y puedo decir que mi madre me forzó a ir, porque ella sostenía que no se puede, y es cierto, darle muchas opciones a los chicos porque sino ellos siguen la ley del menor esfuerzo, y entonces van a buscar una música que no los comprometa.

¿De aquellos años que recordás haber visto?
R. O.: Eran unas temporadas tan impresionantes en el Colón. La primera temporada (tenía 10 años) ví un Barbero de Sevilla con Sesto Bruscantini, Luis Alva, Victoria de los Angeles, Aída con Theresa Coleman. Ese año yo tardé en ir al teatro, porque yo quería ir a una ópera donde hubiera derrumbes, incendios, entonces me dijeron que en Barbero de Sevilla había una tormenta, y por eso me decidí y fui, cuando ví todo eso ya después no me sacaron más. Me encantó. Al poco tiempo me preguntaron si quería ver la Tetralogía de Wagner, lo primero que ví fue El Oro del Rhin, quien iba a pensar que años después yo iba a cantar el Alberico, yo he cantado mucho Wagner. Ese entonces me ví esas óperas de Wagner

¿Cuándo surgió la vocación?
R. O.: Sin darme cuenta casi inmediatamente, me gustaba la actuación, me gustaba cantar, cantaba lo que viniera, lo del bajo, lo del tenor, lo de la soprano, me gustaba todo ese mundo exagerado, porque para ser cantante de ópera hay que ser un poquito exagerado, como era yo. Creo que cada profesión tiene su cretinismo, su característica de base por la que cada persona engancha su profesión.
Siempre cuento que cuando me reprendían, yo lloraba pero lo hacía con música de fondo porque sino me parecía muy aburrido. (risas)

¿Qué encontraste en el mundo de los barítonos?
R. O.: Siempre me gustó la voz de barítono, y durante muchos años tuvimos la oportunidad de escuchar a Cornell MacNeil, era una voz de barítono fuera de lo común, alcancé a escucharlo entre 1962 y 1967 y luego por última vez vino en 1972.
La voz de barítono es fascinante porque tiene una zona aguda casi de tenor, el cuerpo, generalmente tiene mejor dicción. El tenor tienen que ser muy cautivante, como las mezzos, hay voces que son más naturales y que son apreciables inmediatamente como el caso de la soprano y el barítono, en cambio el tenor y la mezzo tienen que ser muy especiales, a veces una voz de mezzo es mucho más bonita que la de una soprano, pero tienen que ser muy especiales.

¿Cómo es el mercado de los barítonos?
R. O.: El barítono es muy inteligente en general, entonces se las ingenia muy bien para hacer su carrera. Pero esa palabra mercado no existía, esa palabra no me gusta como cuando se habla de marketing o laburo como si esto fuera algo más, esto tiene algo misterioso o mágico. Se ha perdido el misterio que es algo que la ópera mantiene: el misterio del canto. En la calle el que más recibe dinero es el que canta porque la gente en general busca esa abstracción que sugiere el canto. El mundo se ha puesto muy cruel, muy desconsiderado y a la gente esa abstracción la ayuda.
Cuando se habla de mercado parece que uno fuera un producto, hay tácticas de venta, se hace lobby. Antes los cantantes eran más como los ridiculizaban en los dibujos animados y eso era más divertido. Hoy noto que hay cantantes técnicamente perfectos, inclusive mejores en cierto sentido, hoy hay más cantidad de buenos cantantes que antes, pero esa calidad de divo, ese extra que lo hace distinto, de esos hay cada vez menos. Esto es como los diseños de autos, antes se diferenciaban bien una marca de otra, hoy son todos iguales, con forma de pastilla.

¿Con qué defectos o malos hábitos llegan los alumnos y qué aspectos te toca cambiarles?
R. O.: En los últimos años hay una tendencia a oscurecer las voces y hacer que el cantante cante en un registro inmediatamente más grave, entonces una soprano de coloratura canta de lírico coloratura, y esa canta de lírica, una lírica de spinto, una spinto de dramática y una dramática de mezzo, todo se vá corriendo. Entonces hay que luchar mucho con el apoyo en el color, con exceso de puntillismo en lo musical que a veces los frena y empiezan a hacer la dinámica con la garganta y no con el aire, hay un énfasis en lo instrumental (que no viene de Italia, viene de Alemania, de EEUU), es decir, se hace una línea perfecta con toda la dinámica y no dicen, no cantan, es como un instrumento. Se ha perdido la pasión, se hace algo prolijo y unificado. Hay una tendencia muy grande a hacer piano cada dos por tres, a no largar la voz. Primero hay que largar la voz y después saber manejarla.

Y en cuanto a la mentalidad de los alumnos cantantes?
R. O.: Los alumnos piensan más técnicamente y no piensan en la frecuencia del ejercicio diario, creen que por ser jóvenes y con dos o tres datos ya está y les falta paciencia, al mismo tiempo hay gente muy dedicada, pero a veces están mareados con el asunto del mercado, del lobby, de las relaciones públicas y se olvidan del “gimnasio” que es muy aburrido, el ejercicio diario no tiene nada de glamour.


El barítono Ricardo Ortale, Germont

Germont, padre de Alfredo en La Traviata, la descripción de Ricrdo Ortale:
« Es un aristócrata, y un hombre bueno, la música dice que es bueno. Pertenece a una época en la que su hijo se vá a casar con una mujer de la vida y eso ensuciaba a toda la familia. En las puestas lo muestran como un hombre frío y no creo que fuese así. Si lo leo con los ojos de ahora es un perverso pero en su época era lo que tenía hacer. Germont le desea a Violeta que sea feliz y se lo desea de corazón, además la música, lo que dice Verdi, es lo que me guía, y esa música me dice que él era bueno. «


María Josefina Bertossi
7 de Octubre de 2009
Rosario – Argentina


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